02 septiembre 2012

English? No, gracias.

Hace casi tres meses hablé sobre el examen de Cambridge al que me presenté. Lo duro que había sido porque duraba cinco horas y porque lo hice en un momento donde tenía mil cosas en la cabeza y en la agenda. Apenas un mes después me dieron la nota. Para aprobar había que obtener 60 puntos sobre 100. Yo conseguí 58. Nia, nia, nia, niaaaaaaaa.

Mañana tengo mi segunda oportunidad. Esta vez en la Escuela Oficial de Idiomas. Mismo nivel. C1. 6º curso. No he estudiado porque me da un poco igual el examen. No he estudiado porque quedarme a dos puntos de obtener el título me ha desmoralizado. No te preocupes, que la próxima vez lo sacas. Ha sido la frase que más me han repetido. Pero no tiene por qué ser así. No depende de mí. Depende de la suerte.

De las dos partes que dependían de mi estudio y esfuerzo (la gramática y la comprensión lectora), las dos las aprobé con creces. Las peores: el entender y el hablar. Pero, ¿cómo es posible que suspenda el entender cuando veo todas las películas y las series en inglés y las entiendo casi completamente?. Pero, ¿cómo es posible que suspenda el hablar cuando me he pasado días y noches con personas que no saben español, hablando de miles de temas, desde los más íntimos hasta los más culturales?.

Siento que por mucho que afile el hacha no voy a cortar más árboles. Siento que mi inglés se ha atascado hasta que vaya a vivir a un país anglófono. Siento que ha llegado el momento de nuevos idiomas. ¿Francés, italiano, euskera, alemán...? Ya veremos. Por lo pronto mañana vuelvo a tener un examen de cuatro horas y lo único que siento es una pereza enorme...

01 septiembre 2012

Y llegó septiembre...

Septiembre llegó deslizándose entre los rayos de luz, el calor, las sandalias, los helados, el olor a cloro, la arena en las toallas, el aftersun, los incendios despiadados, el pincho y el mosto en la terraza, la paella, la galbana... 

Llegó septiembre y con él la vuelta a la rutina, a la jornada laboral de mañana y tarde, a los gritos de los niños en las horas de entrada y salida del colegio, a los atascos mañaneros y vespertinos, a los comercios abiertos, a las llamadas de teléfono sin miedo a estar molestando a alguien que duerme o está en la piscina, a las clases, a la desaparición de turistas de las playas y ciudades, a la lucha del otoño por hacerse hueco y al verano por no perder su reinado, a las frutas de invierno, a las lluvias, al cambio del té helado por té caliente, a los libros de texto, a los supermercados llenos el sábado por la mañana, a las tardes de fútbol, a las nuevas temporadas de las series favoritas, a las hojas de los árboles cayendo de una en una como copos de fuego, a la recogida de la nuez y la avellana, a la berrea de los venados y ciervos en busca de novia, a la manga larga, las chaquetas de lana y los zapatos de lluvia...

Llegó septiembre. El mes de transición y de adaptación. Llegó septiembre y con él la estabilidad. Llegó septiembre y ya puedo ver, al fondo, la silueta de mis vacaciones. Llegó septiembre y soy un poco más feliz.