30 abril 2012

Black

Negro. Así es como veo hoy mi mundo. Podría darle vueltas al por qué de tanta negritud o intentar ponerle luz a este día oscuro. Pero ¿sabéis qué? Que no me apetece. Que ni voy a intentar justificar mi día cruzado ni voy a intentar ponerle al mal tiempo buena cara. Hoy sólo tengo ganas de estar a solas conmigo misma o con alguien que no me hable, tirarme en el sofá a ver alguna película anestésica o leer un libro intrascendente mientras escucho música acorde con mi ánimo. Canciones melancólicas, lentas, que te impregnan, poco a poco, cuerpo y alma. 

Mi selección para hoy es:

Wilco - Black Moon


Elliot Smith - Between the Bars


Chris Isaak - Black Flowers


Zero Assoluto - Semplicemente


Depedro - Nubes de papel


Tracy Chapman - Broken

César Rodríguez - Déjame entrar



Rebekka Karijord - Wear it like a Crown


Ludovico Einaudi - Nuvole Bianche 


Con Ludovico la negrura desaparece, como la bruma al mediodía, y tras Nuvole Bianche escucho Nightbook y el buen humor vuelve a mi ser. 

26 abril 2012

29 maneras de mantenerse creativo

Ser creativo una vez no es difícil. Todo el mundo puede tener un golpe de suerte y dar con una idea fantástica en un momento dado. El problema es mantener eso en el tiempo. Ser creativo día tras día es frustrante, agotador y, en ocasiones, imposible. Pero, ¿qué hacer cuando tu trabajo depende de que cada día grites ¡eureka!? Este vídeo te da 29 consejos de cómo conseguirlo. 

Por si alguien no entiende inglés, me tomo la libertad de traducirlo.





1- Haz listas.
2.- Lleva un cuaderno a todas partes.
3.- Intenta practicar la escritura libre.
4.- Aléjate del ordenador.
5.- Deja de machacarte. 
6.- Haz descansos.
7.- Canta en la ducha.
8.- Bebe café.
9.- Escucha música nueva.
10.- Se abierto.
11.- Rodéate de gente creativa.
12.- Obtén retroalimentación.
13.- Colabora.
14.- No te rindas.
15.- Practica, practica, practica.
16.- Permítete cometer errores.
17.- Ve a algún sitio nuevo.
18.- Agradece las cosas buenas de la vida.
19.- Descansa mucho.
20.- Toma riesgos.
21.- Rompe las reglas.
22.- No lo fuerces.
23.- Lee una página del diccionario.
24.- Crea una estructura de trabajo.
25.- Deja de intentar ser perfecto para alguien.
26.- ¿Tienes una idea? Escríbela.
27.- Limpia tu espacio de trabajo.
28.- Diviértete.
29.- Termina algo. 

25 abril 2012

Momentos "tierra trágame"

Desde que volví de Ecuador, La Reina de las Chuches y yo hablamos casi todos los días. Varias veces. Varias horas. En estas largas, pero animadas conversaciones los temas se suceden sin pausa, y lo mismo podemos parlotear de mujeres que adelgazan cuando se quedan embarazadas como de lo zorras que son las compañeras de pececito, que casi le arrancaron la cola a mordiscos, compartir técnicas de estudio entre compañeras de la UNED o recomendar la compra de tal o cual cámara de fotos. 

En ocasiones la conversación se desvía hacia el tema de las relaciones sentimentales, propias y extrañas, desde todas las variantes que se nos ocurren y algunas que nos inventamos. El post de hoy va sobre una de esas perspectivas. La de esos momentos "tierra trágame" e incómodos que sabes que antes o después van a llegar en una relación pero que darías cualquier cosa por que no lo hicieran.

En una escala de 1 a 5 de "tierra trágame", donde 1 es el núcleo central y 5 la superficie terrestre, los momentos son los siguientes:

1.- Momento flatulencia, o como diría La Reina de las Chuches, momento cuesco. Que sí, que yo ya sé que las mujeres no somos robots. Que somos seres humanos con necesidades fisiológicas y reflejos biológicos, pero el momento en el que te tiras el primer pedo de la relación es de los de coger un ascensor ultrasónico que te baje hasta la morada de Hades. Bien es verdad que la situación varía acorde al tipo de ventosidad que regales. Hay tres tipos: 
  • Si es insonora e inodora es como si no la hubieses soltado, así que vuelves a la casilla de salida y aquí no ha pasado nada. 
  • Si el pedo es sonoro pero no aromático puede pasar dos cosas. Que estés en un sitio muy ruidoso y lleno de gente y nadie se entere, por lo que aplica lo del primer tipo y aquí paz y después gloria. O que estéis los dos solos en un espacio más o menos silencioso. En este caso, a no ser que tengas la cara dura de acusarle a él, tu nivel de "tierra trágame" será alto y su duración dependerá, en gran medida, de su reacción. Si se comporta de manera natural, jocoso, e incluso se pone a imitarte, el momento remolacha será breve y puede que incluso cómico. Si, por el contrario, se te queda mirando con cara de "no me puedo creer que te acabes de tirar un pedo" probablemente la relación se termine en ese momento, más que nada porque "Huyy, ¡qué vergüenza! Ahora cómo le miro a la cara. No puede volver a verme jamás de los jamases". 
  • Si la flatulencia es olorosa puede pasar dos cosas. La primera es que sea insonoro, por lo que si tienes la suerte de estar en un sitio abierto puedes, o bien salir corriendo intentando dar esquinazo al eau du pedó, o bien comentar, descuidadamente, lo mal que huele en general, alegando que es una alcantarilla, un jardín abonado o el señor que acaba de pasar al lado vuestro. La segunda es que no haya ninguna duda de que el pedo viene de tu persona (sea o no sonoro). Farfullarás una disculpa ininteligible, tu piel adoptará un tono "guiri en la Costa del Sol en pleno agosto" y desearás con todas tus fuerzas evaporarte, desaparecer e, incluso, no haber nacido para no tener que estar viviendo ese momento vergüenza insoportable. La salida a esta situación, como en el segundo tipo, depende de la respuesta de tu pareja o posible pareja.
Sea como sea, y sea del tipo que sea la ventosidad, una cosa es cierta. El primer pedo abre la veda para una vida en pareja sin contenciones gaseosas. Será un alivio para tus intestinos pero, al final puede que acabes arrepintiéndote de haber abierto la caja de Pandora.

2.- Momento comida entre los dientes. Dice La Reina de las Chuches que a ella le da más vergüenza decirle a la otra persona que tiene algo entre los dientes o en la cara (pongamos, por ejemplo, un moco), que que se lo digan a ella. Que se empieza a poner nerviosa, colorada y que al final no sabe ni a dónde mirar. A mi me pasa lo contrario. ¿Que tiene algo en la cara o los dientes? Pues no pasa nada. Tranquilamente saco un kleenex y se lo digo mientras se lo ofrezco. Ahora bien, eso no aplica conmigo. SÍ que pasa si la persona que tiene algo soy yo. En el mejor de los casos me levanto escopetada y me abalanzo hacia el baño más cercano. En el peor de los casos me enciendo como una bengala y empiezo a restregarme cara, dientes y lo que sea como una posesa. Lo curioso es que, a pesar de que la otra persona me diga que ya está, que ya se fue, yo sigo haciéndolo de forma casi compulsiva. 

3.- Momento resbalón. Caerse en público siempre da corte. Esté o no esté la persona que te gusta a tu lado. Pero si está, el corte es doble y más si la caída es tonta y te deja en el suelo en posición poco digna. Si  te has pegado un costalazo de dos pares de narices, de esos en los que te dan ganas de ponerte a llorar como cuando eras pequeña, no hay problema. Como en "piedra, papel o tijera" el dolor aplasta a la vergüenza. El problema está cuando el resbalón es debido a una patudez tuya. Tanto si tu pareja se rompe el esternón de la risa como si corre presto a ayudarte el mejor remedio es reírse. De tu torpeza, de tu indignidad y de la cara que la otra persona pone al verte despatarrada en el suelo. 

4.- Momento primer beso. Este momento entra dentro de la categoría de incómodo, pero con posibilidades de recompensas agradables. Imaginemos. Primera cita. Esperada, divertida, cómoda, cargada de expectativas. Llega el momento de despedirse y no sabes si las campanas repican o están más calladas que un muerto. ¿Qué hacer? ¿Poner la mejilla para recibir los dos besos fraternales?, ¿quedarse esperando a ver si él se anima hasta que tu cara de idiota lo espante?, ¿lanzarte tú con riesgo a que te haga la cobra? Buff, ¡más que incómodo es momento estrés!

5.- Momento lapsus linguae. Esta situación es previa a todas las anteriores y suele producirse en los primeros momentos de pre-relación, debido, en gran medida, al nerviosismo que acompaña esos instantes y tu patético intento de no parecer más simple que el mecanismo de un chupete. En estas ocasiones todo tu esfuerzo se dirige a convencer a tu inteligencia para que se quede contigo y no se vaya a buscar caracoles al campo y a que tu subconsciente no quiera ser el protagonista no invitado a esa función. Hablando en plata, nada de chorradas ni de sinsentidos, que te hagan pensar que le están dando a pensar que eres idiota y que qué pena lo del accidente ese que tuviste cuando te caíste de la cuna. 

Si has superado y sobrevivido estos cinco trances, ya puedes estar tranquila, porque si sigue contigo es porque realmente le gustas. Así que llega el momento relax y vía libre para disfrutar y ser tú misma. 

Este post no hubiera sido posible sin la activa y divertida colaboración de La Reina de las Chuches. 

24 abril 2012

Lo que el agua se llevó

Pocas cosas encuentro más placenteras que una ducha de agua caliente. Esos quince minutos sin teléfono, sin música, sin conversaciones, sin más ruido que la lluvia golpeando el suelo de la bañera. Los ojos cerrados, el aroma frutal del gel flotando en el ambiente, el calor húmedo que penetra por todos los poros. Y el agua que se lleva la suciedad, el estrés, el esfuerzo, el sueño de la mañana, el cansancio del día, las ansiedades, los enfados, los pensamientos negativos. 

La mente se queda vacía, limpia, preparada para volver a recibir una nueva tanda de información, de reflexiones y de sueños. El tiempo se para mientras mecánicamente repito el ritual diario. Paso a paso, sin saltarme ninguno, sin alterar su orden. Como si todo dependiera de mantener esa constante. 

Hasta que, entre los pensamientos nuevos, se cuela la conciencia ecologista y me digo que daría cualquier cosa por poseer, en ese momento, la cascada de Escher. Pero le doy esquinazo al placer y sin pensarlo dos veces abro el grifo del agua fría. El cuerpo se contrae, los poros se cierran, la respiración se para, la piel se amorata. Un poco más, un poco más, ya casi está, ya está. Apago el grifo y cojo la toalla esponjosa y me envuelvo en ella. La sangre circula de nuevo por mis venas, a gran velocidad, intentando alcanzar todos los rincones abandonados. Y el calor vuelve al cuerpo. Abro los ojos. El vapor lo envuelve todo, como si estuviese en un sueño, como si tras la ducha no me esperara el trabajo, las prisas, la realidad. Menos mal que me queda el consuelo de que al día siguiente volveré a tener mis quince minutos de fantasía. 

23 abril 2012

Por todo eso y por mucho más

Porque cocinas de maravilla y me invitas a probar tus creaciones. Porque dices que no eres observador pero luego me demuestras lo contrario. Porque te emocionas y se te ilumina la cara cuando ves o hablas de lo que te gusta. Porque tienes un gran sentido del humor y te ríes de ti mismo. Porque confías en mí y me cuentas cosas personales (aunque algunas no sean imprescindibles que yo sepa). Porque podemos estar hablando horas y horas y nunca se hace largo. Porque me descubres Navarra y sus habitantes. Porque no tienes miedo a decirme las cosas tal y como las ves. Porque, a pesar de tus reticencias iniciales, siempre estás dispuesto a probar cosas nuevas. Porque, aunque tuvieras razón en lo de la fractura de pene, no te empecinaste en demostrarlo. Porque siempre tienes ganas de aprender. Porque te esfuerzas en no ser un enfermo pesado. Porque siempre estás haciendo planes. Porque te gusta viajar. Por todo eso y por mucho más, me alegro de que nos hayamos conocido. 

¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!


20 abril 2012

Sobre las extrañas traducciones de los títulos

Aprovechando un extraño momento de insomnio matutino, me he acabado de leer "No me iré sin decirte adónde voy" de Laurent Gounelle. Lo cogí de la biblioteca atraída por la sinopsis, que no es otra que la de Alan, un tipo que lleva una existencia tan anodina y vacía que decide ponerle fin a su vida tirándose de la Torre Eiffel. Justo en el momento en el que lo va a hacer, aparece un señor que le dice que si renuncia a suicidarse, él se encargará de su vida. A partir de ahí, Alan tendrá que enfrentarse a una misión tras otra, lo que le hará quitarse de la cabeza la idea del suicidio. No le demos vueltas, por favor, al por qué me atrajo ese argumento, que hoy no toca psicoanálisis.

La novela, que en las librerías se vende en la sección de narrativa, en la biblioteca está catalogada como de autoayuda. Y con toda la razón. El tema no está mal, y entiendo que tiene que llevar una carga de moraleja y de consejos vitales por eso del suicidio y la vacuidad vital, pero en varios momentos, qué puedo decir, éstos derivan en el sermón de la montaña y pufff, ¡qué pereza! El libro resulta fácil y rápido de leer pero me ha decepcionado mucho el estilo narrativo y no digamos el final que no cuento para el que quiera la lea. Y hasta aquí el comentario literario.

Porque el post de hoy va sobre otra cosa en la que me ha hecho pensar este libro. Va sobre la traducción de títulos de novelas y películas extranjeras al español, dando como resultado otros, a menudo desconcertantes y sin sentido. Y aún voy más allá. Aunque tengan más sentido que el título original, ¿el que decide cambiarlo no se da cuenta de que el título forma parte de la obra y, por tanto del proceso creativo?, ¿acaso el traductor se toma la libertad de decir, "Uyy, va a ser que no me gusta las palabras que está usando, mejor las cambio que va a quedar así mucho más mono"? No. Pues entonces. 

Empezamos por No me iré sin decirte adónde voy. La primera pregunta que le surge a todo aquél que lee el libro es ¿y por qué ese título?, ¿de dónde viene?, ¿a qué se refiere? Ni idea. No tengo ni idea (y esto va por ti, Phoenix). El título no hace referencia a ningún momento de la novela, ni te da ningún indicio de por dónde va el asunto, ni nada. Sin embargo, el título original "Dieu voyage toujours incognito" (Dios viaja siempre de incógnito) sí. Según yo entiendo, Dios es Yves Dubreuil, el señor que salva a Alan del suicidio y que le guía en la reconfiguración de su nueva vida. 

Afortunadamente no es habitual encontrarse con esas aberraciones en literatura. De hecho, después de un sesudo proceso de recuerdo sólo me ha venido a la mente otro caso (aunque seguro que hay miles) que no deja de ser, cuando menos divertido, por el mal de la ignorancia que sufría el que lo tradujo. Se trata de La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, cuyo título original es "The importance of being earnest". Cualquiera que sepa un mínimo de inglés, y el que no puede consultar wordreference,  sabrá que la traducción exacta de earnest es serio, y no Ernesto (que sería Ernest), por lo que el título en español quedaría como "La importancia de ser serio". Me imagino, a más de uno, buscando a Ernesto por todo el libro, llegando al final de la novela y preguntándose en qué leches estaría pensando Oscar Wilde cuando le puso ese título si luego no iba a hacer aparecer a ningún Ernesto. ¡Qué vacilón! 

Ahora vamos al cine, y ¡buff!, eso ya es harina de otro costal. Yo no digo que no sea difícil, en algunas ocasiones, traducir un título de forma que tenga sentido, no sólo gramatical sino también conceptualmente, en el idioma al que traduces. Pero es que, a veces, uno no puede evitar pensar que los de las distribuidoras debían de estar muy fumados o borrachos, o ambas cosas, cuando decidieron retitular la película. Y para muestra, algunos ejemplos.

Olvídate de mí o su versión original "Eternal Sunshine of the Spotless Mind". Que sí, que lo entiendo, que "Eterna luz del sol de la mente en blanco" además de difícil de recordar no tiene mucho atractivo a la hora de vender, pero... ¿Olvídate de mí? El que haya visto la película sabrá que como mucho, y tirando por ese camino pedregoso que nos han abierto, sería Me olvido de ti. ¿O no?. 

Una más clásica, de Hitchcock, Con la muerte en los talones. ¿Título original? "North by Northwest" o lo que es lo mismo: "Norte por Noroeste". Que sí, que es verdad, que queda un poco críptico, pero al menos no te destripa la película como en la versión española. Que te dice a gritos "Oye, que esto va de un tío al que le persiguen para matarlo". 

Es muy buena también la de La jungla de cristal, que en inglés original se titula "Die hard". ¿Y qué significa  Die hard? Pues pertinaz, y en el contexto de la película, difícil de matar. En la primera cinta lo de La jungla de cristal quedaba muy apropiado, porque se desarrollaba en un edificio de cristal, cerrado a cal y canto y sálvese quien pueda. Pero me imagino a los genios que titularon en español, echándose las manos a la cabeza al ver que sacaban una segunda, y una tercera, y una cuarta y el año que viene una quinta parte. Y claro, primero le pusieron un subtítulo para identificarla y después le quitaron lo de "de cristal", luego vino lo del 4.0 y ahora... En fin, que queda muy cutre, ¡vamos!

¿Y qué decir de Sonrisas y lágrimas, menos conocida como "The Sound of Music"? A ver, ¿tan difícil era traducirla como "El sonido de la música"? ¿Y qué quiere decir Sonrisas y lágrimas? ¿Lo que le produjo la cinta al descerebrado que decidió traducir el título?, ¿lo que se supone que le tiene que producir al espectador? Y aquí me voy a mofar un poco de la traducción para América Latina (mucho más atinados, en este ámbito, que los españoles, pero en este caso se columpiaron de mala manera) como "La novicia rebelde", que ya te cuenta media película y que además, a mí me suena fatal. 

Y bueno, miles de películas más, que esto de traducir los títulos como nos sale de los tolondrines, parece que se ha convertido en parte de nuestra idiosincrasia nacional. Pero, ¿por qué es un problema eso de cambiar el título? Pues además de porque es ridículo, innecesario e inmoral, es porque cuando uno quiere mantener una conversación sobre cine, con alguien de fuera de España, tiene que dar más explicaciones que el rey tras su cacería de elefantes, para poder determinar si se está hablando de la misma película o no. O porque para poder comprarte una cinta en una tienda del extranjero, o en amazon, tienes que hacer antes un exhaustivo trabajo de investigación, que ríete de las pruebas de los participantes de El tiempo es oro

Menos mal que, poco a poco, las distribuidoras comienzan a tener un poco de sentido común y cuando el título es imposible de traducir de forma inteligible, lo tienden a dejar en su versión original (así, de paso, colaboran en la difusión del inglés, que tampoco nos viene mal). Casos que se me ocurren así, a bote pronto, son Brokeback MountainOcean's Eleven (y sus sagas twelve y thirteen),  Toy StoryUp in the air,  Battleship y un larguísimo etcétera más. 

19 abril 2012

Un pequeño paso para cualquiera, pero un gran paso para Lamb

Que digo gran paso, más bien enorme, gigantesco, extraordinario, colosal. Hoy es un día que entrará en los anales de la historia (de la mía, desde luego). Hoy, ¡¡¡me he empadronado en Pamplona!!! 

¡Baaaah! Dirán muchos. ¿Tanta alharaca por esa chorrada? Sí, lo sé, es una tontería que no tiene nada de grandioso. Un trámite que hace todo el mundo cada vez que se cambia de casa. Pero para mí es un día especial. 

A pesar de haber viajado durante los últimos 16 años de mi vida por varias ciudades y países, siempre he estado empadronada en Santander. Mi Ítaca. Mi hogar. En parte porque sabía que no iba a durar mucho en ningún sitio. En parte por la nómada que llevo dentro. Empadronarme en Pamplona es soltar Santander. Es pensar que aquí puedo establecer un hogar. Que puedo dejar ya de deambular por el mundo. Es un gran paso para mí y estoy contenta de haberlo dado.

Después de esta manifestación, un tanto melodramática, paso a cuestiones más prácticas. ¿Cómo y dónde empadronarse en Pamplona? La oficina del padrón se encuentra en el Palacio del Condestable, en la esquina de las calles Mayor y Jarauta. Los papeles necesarios para poder llevarlo a cabo son múltiples y diversos, según la situación en la que se encuentre la persona que lo solicita. Así que dejo el link de la página del Ayuntamiento de Pamplona donde informan de todo en todos los supuestos. 

Un dato a tener en cuenta y que se agradece. El tiempo de espera es escasísimo (de hecho esta mañana me han hecho pasar directamente nada más llegar) y las personas que trabajan allí son amables, atentas y serviciales. Un diez para este servicio del Ayuntamiento de Pamplona, que echa por tierra la imagen del funcionario "vuelva usted mañana" o del "regálame una caja de All-Bran que lo necesito urgentemente". 

18 abril 2012

¿Qué significa estudiar en la UNED?

Hace siete años, y después de cinco de haber terminado la carrera, decidí volver a estudiar en la universidad. Las razones de esta decisión fueron básicamente dos, muy entrelazadas entre ellas, la verdad. La primera es que con 18 años no tenía ni idea de quién era yo y qué quería en la vida, ni de la vida. El resultado es que estudié periodismo, lo que el orientador del instituto sugirió porque "se me daba bien escribir". Tras el primer año de carrera ya sabía yo que de eso no quería trabajar, porque escribir noticias en un periódico era lo opuesto a disfrutar escribiendo, pero como no sabía tampoco a qué quería dedicarme pues poco podía hacer. Cinco años después descubrí qué me gustaba. La segunda razón es que trabajando de periodista me sentía como que pasaba por el mundo sin pena ni gloria y yo, ¡qué puedo decir! tengo esos aires de grandeza del que quiere marcar alguna diferencia. Y no digo yo que siendo periodista no se pueda, que se puede y mucho, pero a mi no me valía. 


Así que decidí volver a la universidad. Esta vez a estudiar trabajo social (se admiten todo tipo de comentarios y críticas sobre si mi elección fue la más adecuada o no). Pero para estudiar trabajo social en una universidad convencional tenía que superar dos obstáculos. El primero es que en Santander, que era donde vivía entonces, no se impartía esa carrera. El segundo es que trabajaba jornada completa lo que era incompatible con acudir regularmente a clases. ¿Solución? La UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). En 2005 comencé la diplomatura de tres años y aún no la he terminado (como dicen los catalanes "de mica en mica s'omple la pica" o lo que es lo mismo, con calma que ya llegaremos). Sí que es verdad, como ya sabéis, que durante ese largo periodo de tiempo hubo una sequía estudiantil, coincidente con mi vida en el extranjero, pero pese a todo...

Pero vamos al grano. ¿Cómo es estudiar en la UNED? Una cosa está muy clara y es que el que estudia en la UNED tiene que estar muy motivado y estudia porque realmente quiere y no por pasar el tiempo o por hacer algo, porque si no, lo más probable es que fracase. Hay una leyenda urbana que dice que si vas a buscar trabajo y ven que te has diplomado o licenciado (ahora se resume en que tienes el grado para no liar a nadie) por la UNED te tienen en más alta consideración que a cualquier otro candidato. No creo que eso sea tan así, pero sí que es cierto que el candidato unederiano tiene unas cualidades definidas que para algunos puestos pueden resultar atractivas. 

1.- Fuerza de voluntad. La UNED funciona así. Tú te matriculas de las asignaturas que consideres, te compras los libros que te dicen (normalmente tochos de no menos de 350 páginas) y te apañas, en la soledad de tu casa o de la biblioteca, para estudiártelo todo sin apenas guía ni ayuda. Esta viene con cuentagotas a través de tutorías en los centros que hay en las principales ciudades (de apenas un par de asignaturas por carrera, tampoco nos engañemos) y a través de los tutores en la plataforma online (que como muchas veces no se dignan a contestar a las dudas, su trabajo acaba haciéndolo otro alumno con mucho tiempo y/o muy buena voluntad). 

2.-  Capacidad de sacrificio y perseverancia. Los estudiantes de la UNED no somos ya unos pipiolos sin nada mejor que hacer que ir a la universidad. Si no que, en su mayor parte, somos gente que trabaja y/o tenemos familia, por lo que estudiar queda para los "ratos libres" que uno tiene a costa de privarse de momentos de ocio o descanso. Te sacrificas para sacarte la carrera. Este robo de tiempo suele conllevar que no vas curso por curso, sino que cada año te matriculas de las asignaturas que crees que vas a sacar (menos yo que soy una optimista y tiendo a matricularme de casi todas, si no de todas). Así no es extraño encontrarse a gente, que como yo, tarda siete u ocho años en sacarse una carrera de 3 años. Ahora bien, como soy perseverante tardaré, pero la acabaré. 

3.- Capacidad de análisis y de síntesis. Cuando yo estudiaba periodismo, los profesores se comían la materia, la masticaban hasta que quedaba una masa fina y digerible y después la regurgitaban para que nosotros nos alimentáramos de ello. Lo que el profesor decía era ya la síntesis de la síntesis de la síntesis y, por si tenías alguna duda, alguno incluso te aclaraba "esto es muy importante y es materia de examen". Ahora que estudio en la UNED me encuentro con un libro de 350 o 400 páginas y sé que en el examen entrarán dos preguntas a contestar en máximo 40 líneas cada una. Yo no sé si alguien estudia todo lo que viene en el libro. Yo no. Y supongo que la "técnica" que yo aplico es la que utiliza la mayor parte de los unederianos porque si no no me explico cómo pueden hacerlo. Yo me leo el libro. Descarto morralla y repeticiones varias. Analizo a qué conceptos le dan más importancia y me los aprendo. Los figurantes (los circunloquios para contextualizar el asunto) los pongo yo de mi propia cosecha.

4.- Adaptación a cualquier medioambiente. En una universidad convencional el profesor que te da la materia es el que te examina. Eso tiene una ventaja y otra con mucho potencial. La ventaja es que durante varias horas a la semana durante, al menos, cuatro meses, puedes analizar si al profesor le gusta que el alumno tenga autonomía y sea creativo en el examen o mejor que sea un borrego que se ciña al guión que él ha dado. O si prefiere alguien que explique lo mismo pero de diez formas distintas o que vaya directamente al grano. La potencial es que el profesor te conoce. Si eres buen alumno eso significará que te ha visto interesarte por la materia, hacer preguntas, ir a su despacho a hablar sobre bibliografía complementaria... Y como el profesor es humano, pues inevitablemente eso le influirá a la hora de evaluarte. En la UNED eso no pasa. Tú haces un examen que se envía a Madrid y un señor, señora, señorita o señorito que ni tan siquiera mira tu nombre en el membrate de la hoja, te corrige (por cierto, horrenda palabra porque ya dan por hecho de que te vas a equivocar). A la hora de decidir el estilo narrativo, cierras los ojos y te tiras a la piscina. El único punto de influencia es la calidad del resto de los exámenes. Si el resto de los matriculados han hecho un examen flojo tenderán a puntuarte por encima y si, por el contrario, tienen buen nivel y mejor que el tuyo, la nota irá a la baja. Nada más. 

5.- Resistencia a la presión. En la UNED no existe evaluación continua. Ni trabajos que te eximen de hacer exámenes. Ni nada que te facilite el resultado final. Te lo juegas todo a un examen. Si te sale bien, ganas. Si te sale mal, siempre te queda septiembre. Si ese también te sale mal, otra vez será. Para empezar, la matrícula de la UNED es cara, en relación a los servicios que te dan y en relación a cualquier universidad pública. Si además suspendes y te toca matricularte por segunda o tercera vez el coste se dispara exponencialmente (eso sin mencionar el precio de los libros pues ya comenzaríamos a hablar de robo a mano armada). Como ya no lo paga papá y mamá sino que es el esfuerzo de muchas horas de trabajo, la palabra suspender empieza a quedar fuera de tu vocabulario. Lo dicho, el estudiante de la UNED se convierte en un icono de la resistencia a la presión. 

6.- Paciencia. Por alguna extraña razón, y por más avances tecnológicos que hay, las notas de la UNED tardan una barbaridad en publicarse. Antes tenía su razón de ser, porque los exámenes eran enviados por correo a Madrid. Pero ahora han puesto unos maquinitas con las que escanean tu examen, en el momento en que lo entregas, y llega al instante al correo electrónico del profesor de turno. Pese a todo, el periodo de espera para saber una nota va entre el mes y el mes y medio. No apto para cardíacos ni impacientes.

Pero no todo es felicidad en el paraíso, ni flores en el campo. Los estudiantes de la UNED también somos conocidos por tener dos grandes carencias educativas (que pueden dar al traste con tus posibilidades de conseguir trabajo). 

1.- Exceso de teoría y carencia de práctica. Una de las cosas de las que adolece la UNED es la conexión con el mundo real. Por un lado casi todo son conocimientos teóricos, lo que hace que cuando luego te enfrentas con el día a día de la profesión, te preguntes para qué demonios pasaste tantos años estudiando si no tienes las herramientas para encarar situaciones cotidianas (y eso que en trabajo social una de las asignaturas del último año son prácticas en una organización o institución social. Eso sí, 80 horas de prácticas ¿ein?) 

2.- Información obsoleta. Aquí pongo un ejemplo. Una de mis asignaturas es Derecho e inmigración, lo que en resumen es la Ley de Extranjería. Mi libro es de 2008, lo que haría pensar que no está mal, ya que apenas tiene tres años. Pero resulta que en esos tres años la Ley de Extranjería ha sido modificada y remodificada y vuelta a modificar. Así que me consigo la última versión de la Ley y rezo para que no haya habido tantas modificaciones que no me sirva el libro para nada. Y es que aquí entra la mafia editorial de la UNED. Algunos profesores publican libros basados en la materia de la asignatura (o viceversa, que una nunca sabe) que nos obligan a comprar. ¿Que ha habido modificaciones de un año para otro? Pues se reedita el libro con los cambios y ¡Oh, lo siento! ¿que tienes la edición de 2011 en vez de la de 2012? Pues ya no te vale. ¡Anda ya, hombre! 

La conclusión es que el estudiante de la UNED al final decide no prestarle atención a todo lo negativo que la educación a distancia conlleva, porque lo que quiere es aprender y conseguirse un título mientras lo compagina con su caótica y, a menudo estresante, vida diaria. 

Y después de estas reflexiones me voy a estudiar, que en un mes comienzo los exámenes y aún no he empezado. Ayyy, que me he dado cuenta que con esta frase me acabo de cargar, de un soplido, varias de las cualidades que debería tener como unederiana. 

17 abril 2012

¡¡La bolsa o la vida!!

- Buenos días doctor. 
- Buenos días Lamb. ¿Te encuentras bien? Te noto un poco alterada. 
- Pues no, doctor, no. Por eso he venido. Ayer me pasó una cosa que me tiene inquieta. 
- ¿Quieres tumbarte, cerrar los ojos y contármelo?
- Me tumbo y se lo cuento, pero no cierro los ojos que me da miedo volverlo a ver. 
- Como quieras. Cuéntame.
- Ayer a eso de las 3 de la tarde iba yo camino del trabajo, por la orilla del río, como siempre. No había mucha gente. Algunas personas en bicicleta, paseando al perro o simplemente corriendo. Vi que por el camino venían dos hombres. De mi edad. Charlando animadamente. 
- ¿Tenían malas pintas, mala cara?
- No, no, eran dos tipos normales. Uno alto y otro bajo. Vestidos de forma normal y... todo normal. 
- Entonces, ¿qué pasó?
- Lo que pasó fue que cuando llegaron a mi altura el más bajo se giró hacia mi, como si fuera a preguntarme algo, pero no dijo nada. 
- ¿Y?
- Y en ese momento mi corazón se paró durante unos segundos. Y después, como si quisiera recuperar el ritmo, comenzó a latir a mil por hora. La garganta se me cerró. No podía respirar, apenas pude contener las lágrimas y me entraron unas nauseas que pensé que iba a soltar ahí mismo la comida. 
- ¿Te había pasado alguna vez eso?
- No desde hace tiempo. 
- ¿Te dieron miedo los hombres?
- No. Sí. No. No sé. 
- Creo que sí que lo sabes. ¿Quieres contármelo?
- Es que no quiero recordarlo. 
- Y, pese a todo, lo recuerdas. ¿Verdad?
- Sí, pero aparece de pronto, de la nada. No es que yo lo recuerde queriendo. 
- ¿Y no será mejor que lo recuerdes tú sabiendo a qué te vas a enfrentar y no que te pille el pensamiento por sorpresa, haciéndote reaccionar como ayer?
- Puede ser. 
- ¿Qué te pasó? Empieza por el principio.
- Hace casi dos años yo vivía en Ecuador. Había ido allí con una beca del Gobierno de Cantabria para trabajar en UNIFEM. Una de nuestras obligaciones, como becarios, era visitar proyectos de cooperación del Gobierno de Cantabria en el terreno. Después de hacer varios trámites quedé en visitar un proyecto de recuperación de la flora y fauna de los manglares de Isla Corazón, en la Provincia de Manabí. Como era la única becaria cántabra me fui sola para allá, donde me encontraría con la responsable del proyecto. Fui en autobús, que salía de Quito a las 10 de la noche y llegaba al pueblo desde donde se accede a la isla, a eso de las 7 de la mañana. Cuando llegué compré el billete de vuelta, para no tener problemas, pues sólo había un bus al día. Después me fui paseando por el malecón hasta la ciudad, que estaba a unos 10 minutos, en busca del hostal donde me iba a hospedar. El día estaba un poco nublado pero hacía buena temperatura. Había bastante gente por la calle, corriendo, vendiendo cosas, en la playa, paseando. Yo saqué la cámara y me puse a hacer fotos a todo lo que veía. Al rato vi a dos chicos, de unos 20 años, que salían de la playa. Dentro de mi se encendió una pequeña luz de emergencia, pero no quería ser paranoica, y había gente así que no quise preocuparme. Un par de minutos después uno de ellos se me acercó para pedirme la hora. Le dije que no tenía y él me dio las gracias y se marchó. No habían pasado ni 30 segundos cuando se volvieron a acercar, esta vez los dos y me pidieron un dólar. Yo les dije que no tenía dinero y entonces se pusieron cada uno a cada lado. Uno de ellos sacó un cuchillo de cocina de la parte trasera de su pantalón, de esos grandes, que sirven para cortar carne. Me di cuenta de que estaba mellado y bastante oxidado. Me lo puso en un costado y me dijo que le diera todo. En ese momento pensé que si me clavaba el cuchillo y tenía la suerte de no desangrarme, me moriría de la infección y del tétanos. Yo llevaba la cámara de fotos en el bolsillo, el bolso cruzado en bandolera y una mochila con ropa. Intentaron quitarme el bolso, pero la mochila no les dejaba así que empezaron a empujarme y a darme golpes, mientras yo sentía el cuchillo en el costado...
- ¿Qué hiciste entonces, Lamb?
- Era como si eso le estuviera pasando a otra persona y yo sólo lo viera desde fuera. Debió de pasar todo muy rápidamente, aunque a mi me pareció eterno. Me tiraron las gafas al suelo y salieron corriendo. Uno llevaba el bolso y el otro la cámara que me había sacado del bolsillo. Yo, no sé por qué, eché a correr detrás de ellos, porque no me podía creer que me estuviera pasando eso a mi. Me puse a gritar que les detuvieran, que me habían robado, pero la gente me miraba como si estuviera loca. Se metieron por una calle y al final se separaron. Yo les seguí corriendo hasta que los perdí. 
- ¿Cómo te sentiste?
- Perdida, desesperada. Nadie sabía que estaba allí. Había cogido un par de días libres en el trabajo para ir a ver el proyecto. No tenía dinero, ni a nadie a quién llamar, porque a mis padres estaba descartado. ¡Qué iban a poder hacer ellos a parte de preocuparse! No sabía qué hacer. 
- ¿Te ayudó alguien?
- De una de las casas salió un hombre que me preguntó si me habían robado. Le dije que sí y me dijo que no me preocupara, que me subiera a su coche y que me llevaba al Cuartel de la Policía. Así que me monté y le conté lo que me había pasado. 
- ¿No pensaste en lo que te podía pasar subiendo a un coche con un desconocido?

- En ese momento no. Sólo pensaba en qué iba a hacer, cómo iba a salir de esa. 
- Continúa. 
- El señor me llevó al cuartel y habló con el teniente, que estaba dirigiendo la formación de la mañana. Porque eran apenas las 8:30 de la mañana. Llamó a dos policías y me dijo que me metiera en un todoterreno, que tenía los cristales tintados. Sin saber qué hacer, e intentando no llorar, me monté en el coche. Me preguntaron que cómo eran los tipos que me habían robado y que dónde había sido el suceso. Se lo dije y entonces ellos comenzaron a conducir. Primero me llevaron al lugar y a las calles de al lado, pero después comenzaron a subir la montaña y acabamos en un descampado. 
-¿Te dijeron qué hacíais allí?
- No. Y en ese momento creí que me moría. Tuve conciencia de que estaba con dos tipos, policías, pero cuyos nombres no sabía, en un descampado y pensé: "si me violan y/o me matan nadie se enterará en unos días y me dejarán tirada en este basural. Yo no quiero morir aquí". Creo que en mi vida había pasado tanto miedo como en ese momento. Más incluso que cuando me robaban los dos chicos. 
-¿Y qué pasó?
- Me concentré en no llorar. En parecer tranquila, serena, segura de mi misma. Me concentré en pensar que no iba a pasar nada de eso. Que eran policías y que sólo me estaban intentando ayudar. Empecé a pensar en qué iba a hacer sin dinero, ni nada, en ese pueblo a 9 horas de viaje de Quito. 
- ¿Te ayudó pensar en eso?
- No lo sé. Supongo que algo sí. 
- ¿Y qué te decían los policías?
- Nada. No me hablaban. Salieron de allí y volvieron al pueblo. Cuando llegamos me dijeron que estaban dando vueltas para ver si estaban en la calle y los reconocía. 
- ¿Los encontrasteis?
- No. Me devolvieron al Cuartel. Allí me tomaron la denuncia. Les comenté que no tenía nada de dinero, pero que había comprado un billete de autobús para volver a Quito. Me acompañaron a la oficina de autobuses y les comentaron mi caso. Como los billetes van con nombre y apellido me dijeron que no había autobuses hasta dos días después pero que me devolvían los 10 dólares del precio del billete. Así que los cogí.
- ¿Y cómo volviste a Quito?
- Es una historia muy larga y tortuosa. La verdad es que no tiene nada que ver con lo que me pasó ayer y si no le importa ya se la contaré otro día.
- Claro, no hay problema. Pero déjame que te pregunte algo. ¿Cuando esos recuerdos llegan de improviso a tu mente cómo te sientes?
- ¿Cómo me siento? Estúpida, culpable, vulnerable. Mal. 
- Es normal que te sientas vulnerable, ¿pero por qué estúpida y culpable?
- Porque en Naciones Unidas tienes que hacer un curso de seguridad y uno de los apartados es como evitar estas situaciones. Te dicen que no existe la paranoia, sino los instintos. Y que si tu instinto te dice que algo está mal, como me decía a mí el mío, tienes que hacerle caso y tomar precauciones. Yo fui una orgullosa, y pensé que a mí no me iba a pasar y no me quería llevar por los prejuicios y yo qué sé qué más. ¿No cree que fui una idiota?
- No, creo que fuiste una ingenua y poco precavida, pero no idiota. ¿Y culpable por qué?
- Eso es lo más gracioso. Racionalmente sé que puede que hubiera debido tomar más precauciones pero que, desde luego, no es culpa mía que me roben. Pero emocionalmente no puedo dejar de pensar: "tenías que haber hecho eso o no haber hecho lo otro", "tenías que haber escuchado la alarma, si es que estabas pidiendo a gritos que te atracaran". 
- Nadie pide a gritos que le atraquen. De hecho no deberíamos de ver normal que no debamos sacar el móvil o la cámara de fotos porque nos la van a robar. No deberíamos ver normal que si caminas sola por una ciudad extraña eres carne de cañón para que te pase algo. No debes sentirte culpable. Porque puede que a partir de lo que te pasó estés tomando más precauciones, pero no debes tener miedo de andar sola. Si lo haces, te habrán robado no sólo un puñado de dólares y algunos objetos de valor, sino también tu libertad. Porque tú misma comenzarás a recluirte y a ponerte los barrotes. 
- Lo sé. Racionalmente lo sé. Y lo intento. Caminar sola, aunque ya sea de noche. No pensar que en cualquier momento me puede pasar algo. Intentar recuperar la alegría con la que yo pisaba el mundo. Pero, de cuando en cuando, me pasan este tipo de cosas que me paralizan. 
- Es normal. Estás restaurando la confianza en ti misma y en tu entorno. Tardará en llegar como te sentías antes, pero llegará. Porque eres fuerte.
- Eso espero, doctor. 
- Por cierto Lamb, ¿cómo se llamaba el pueblo donde te pasó todo esto?
- Bahía de Caráquez "La ciudad más tranquila y segura de Ecuador".
- Tiene su toque de ironía, ¿no crees?
- Sí, desde luego que la tiene. 

15 abril 2012

¿Te gusta conducir?

Pues nada, que iba yo, por enésima vez, el viernes por la tarde de Pamplona a Santander con los mismos CDs de siempre (¡Lamb, cambia ahora mismo de banda sonora que ya cansa!) y pensando en que no veo el momento de que inventen la máquina de teletransportación, porque estoy hasta el moño de viajar sola por el mismo camino, una y otra vez, y me empiezo a ver como Bill Murray en Atrapado en el Tiempo pero sin marmota.

En fin, lo dicho. Primer tramo. El más agradable. Pamplona - Vitoria (AP-15, A-15 y A-10). Habitualmente poco tráfico, velocidad constante de 120 km/h, carretera en buen estado y ¡zas! 2€ de peaje nada más salir de Iruña, por un tramo de autopista de 7 km. Para abrir boca. Segundo tramo. Llego a Vitoria y cambio de autovía, ahora dirección Bilbao (AP-68). Aumenta el tráfico. Los límites de velocidad los puso un bipolar: que si ahora a 120 y ahora a 100, que si bajo a 80 y luego subo a 120 y después volvemos a 100. Y, por supuesto, ponemos radares cada tres o cuatro kilómetros, para que no te pases de listo y, tras un complejo cálculo matemático, decidas sacar la media e ir a una velocidad constante (por eso del ahorro energético y temporal, más que nada). Los frenos echando chispas, el tendón de aquiles echo una mierda y yo echando pestes. Llego a Altube, al peaje de la AP-68. Cuatro ertzainas me indican que me pare a un lado de la carretera.

Hola, buenas tardes. Nos indican que ha superado el límite de velocidad. ¿Ah, sí? ¿A cuánto iba? Espere un segundo. Ibiza negro, ¿a qué velocidad le ha pillado el radar? Cambio. A 143 km/h. Cambio. Me dicen que a 143 km/h. ¿Me puede dar su carnet de conducir y la documentación del coche? ¿A 143 km dice? Obviamente no me voy a poner a discutir con usted porque no vamos a llegar a nada pero déjeme que lo ponga en duda, porque con tantos radares es casi imposible.

El ertzaina se marcha con la documentación a su todoterreno y me deja esperando alrededor de 10 minutos. Vuelve, con una sonrisa culpable en la cara y me dice. La multa son 100€, pero si la paga antes de 20 días se queda en 50€, por pronto pago. Ya lo siento, pero mire, es el importe mínimo y, además, no le quitan puntos. Así que dentro de lo malo... Ya, bueno, tendré que pagarlo, qué le voy a hacer, pero sigo sin estar convencida con eso de la velocidad. Bueno, los radares pasan la ITV (¿¿¿???) cada poco tiempo. Yo, un día, fui a comprar unos caramelos y cuando volví al coche me habían puesto una multa de 150€ por mal aparcamiento. No vea si me salieron caros los caramelos, jejeje (risita nerviosa del que se siente incómodo con lo que hace y dice). ¿Quiere firmar la multa? No se preocupe, no le compromete al pago de la misma. No, no, si no pasa nada. Al final me toca pagarla. ¡Qué remedio! Bueno, muchas gracias y qué tenga buen día. Gracias, igualmente, digo subiendo la ventanilla, poniendo la música otra vez. Para que luego digan de la bordería de los agentes de la ley. Si ha habido un momento en el que pensé que iba a echar mano a su cartera y sacar 20€ para ayudarme a pagar la multa. ¡¡Qué civilizado todo, así da gusto que te multen!!

Cojo la autopista. 22 km, 4,65€ de peaje. No veo la hora de llegar a Santander. Entrada a Bilbao. Dos opciones. ¿Cojo la ronda antigua, con obras desde la época en la que construyeron las pirámides de Egipto, con entradas y salidas cada 100 metros, coches que se cruzan en dos carriles anoréxicos, límites de velocidad a 80 y 60 km/h y un asfalto lleno de agujeros, o cojo la nueva ronda, con más de tres carriles, asfalto en perfectas condiciones, velocidad constante a 80 km sin la amenaza de radares, pero con un peaje? Quiero llegar, quiero llegar, grita histérica una voz en mi cabeza. ¡Hala! A chupar peaje. Hola, buenas tardes, son 55 cts. ¿verdad? No, son 1,08€. ¿En serio?, ¿y eso, ha subido? No, dice la mohína cajera sin saludar ni nada, hoy es día laborable. ¿Ein? No entiendo nada.

Paga, Lamb, paga y sal ya de esta pesadilla que empieza a parecerse a una novela de Kafka. Y allá suelto yo más monedicas. Entro en la A-68. Velocidad constante a 100 km/h y más radares que ovejas en Castilla. A ver, que sé que el código de circulación lo cambian a menudo, pero ¿no era el límite de velocidad de las autovías y autopistas de 120 km/h y el de las carreteras nacionales de 100? ¿Cómo es posible que vayamos todos con coches con frenos ABS, barras laterales de protección, airbags delanteros, traseros, laterales e incluso en el techo, por carreteras de una sola dirección, y de dos y tres carriles, a la misma velocidad a la que iba mi padre cuando yo era pequeña, con un coche sin ninguna medida de seguridad por una carretera de doble carril, llena de curvas y con más hoyos que en un campo de golf?

¿Te gusta conducir? ¡Pues no, así no, hombre, así no! ¡Que es una tortura, y un robo, y un coñazo, y que yo quiero mi máquina de teletransportación y no me muevo hasta que la inventen y sanseacabó! Lamb, ¿cuándo vuelves a Pamplona? En cuanto acabe el post, madre, en cuanto acabe el post. 

12 abril 2012

Muchas de cal y alguna de arena para El sueño del Celta

¡Por fin! ¡Por fin he acabado de leer "El sueño del Celta"! Una recomendación y préstamo de Cabrilla. No quiero cargar, demasiado, las tintas contra el libro y el autor, por lo que voy a intentar moderarme en los comentarios. 

El sueño del Celta
Mario Vargas Llosa
Hace mil años leí una novela de Vargas Llosa llamada "Pantaleón y las visitadoras". No la pude acabar y no por aburrimiento, sino por una sensación de desagrado, de pérdida de tiempo y de pensamientos negativos que sacaban el alien que llevo dentro de mí. Cuando Cabrilla me dijo que esta novela le había gustado y que me recomendaba que la leyera, pensé primero en decirle que no, que pasaba, que el tipo no me gustaba. Pero antes de soltarlo lo sopesé. ¿Y si no era el momento adecuado cuando leí Pantaleón?, ¿y si el tiempo me ha hecho juzgar demasiado duramente a este autor tan reconocido y galardonado?, ¿y si le doy una segunda oportunidad  y, así, puede que me lleve una grata sorpresa? Así que callé y acepté la novela. 

No me ha gustado. ¡Hala, ya lo solté! No me ha gustado y no sólo no he cambiado de opinión, sino que la sostengo y la refuerzo. Para el que no haya leído la novela, ésta habla sobre la vida de Roger Casament, un tipo irlandés que vivió entre finales del S. XIX y principios del S. XX y que se hizo famoso por destapar y denunciar los abusos de los colonizadores contra los pueblos indígenas del Congo Belga y del Putumayo peruano. Por si no fuera poco, más tarde se unió a la causa independentista irlandesa y luchó por crear una República de Irlanda. Vamos, que no estuvo quieto. 

Roger Casament en el Putumayo. Circa 1910.
Hay un montón de razones por las que no me ha gustado el libraco, así que expondré unas cuantas. La primera es que a la novela le sobran 200 páginas de las 450 que tiene. El libro está dividido en tres capítulos: Congo, La Amazonía e Irlanda. En las dos primeras partes repite, una y otra vez, los horrores a los que los indígenas eran sometidos para que los colonizadores (belgas en el caso del Congo y descendientes de españoles en el caso del Putumayo) sacaran el máximo provecho de los recursos naturales de sus tierras. Una verdad como un puño, no digo yo que no, pero no hace falta que me repitan cinco o seis veces que a los indígenas los marcaban con hierro como si fueran reses, o que cada indígena tenía la espalda y las piernas llenas de cicatrices de los latigazos, o la patética excusa de que los indígenas congoleños eran unos bárbaros porque mataban a los hermanos gemelos y que los indígenas peruanos eran unos bárbaros porque ahogaban a los niños que nacían con labio leporino (siento el spoiler porque os acabo de contar ya medio libro). La repetición es un estilo literario que se realiza para enfatizar, para atraer la atención, para atrapar, pero hay que usarla con mucho cuidado porque si se abusa de ella lo que produce es el efecto contrario; hastío, hartazgo y desatención. 

Segunda razón. La novela arranca con Casament en una cárcel a la espera de que le conmuten la pena de muerte. No se sabe ni dónde ni por qué le han condenado. Y no se sabe hasta que no han avanzado 200 páginas. Me gustan los libros de suspense. Esos de policías o detectives que están investigando un crimen y donde tus descubrimientos van a la par que los del protagonista. Es justo. Pero, señor Vargas Llosa, está muy feo eso de guardarse para uno mismo  los motivos (porque aunque la historia está basada en hechos reales no creo que mucha gente hubiera oído hablar de Casement hasta que usted hizo la novela). ¿Para qué?, ¿para darle emoción al asunto? Ninguna. No le da ninguna emoción. Al contrario. He estado a un tris de dejar la novela (de hecho porque era una recomendación, que si no, seguro que no la acabo), por cansino. 

Roger Casament - Retrato, 1910
National Library of Ireland
Tercera razón. La novela se supone que es una biografía novelada del señor irlandés éste. Eso quiere decir, uno se documenta, con los datos que tiene, y que desea usar, esboza el esqueleto del libro y el resto se lo inventa, porque para eso es una novela y porque así puede darle un tono más dinámico al asunto. Pues no. Lo que ha hecho es escribir un libro de historia, totalmente subjetivo, desde luego, que ni tiene credibilidad (por ser novela), ni emoción, ni dinamismo. Pese a que Casement se supone humanista, porque dedicó toda su vida a luchar para defender los derechos de los oprimidos (indígenas africanos y americanos primero e irlandeses después), el libro peca de falta de humanidad. Sólo hay unos pequeños retazos de los pensamientos y sentimientos más personales de Casement. Poco o nada de sus amigos, de su familia, más allá de una sucinta descripción y si se sentía cómodo con ellos o no. Pero muchas páginas sobre las estrategias militares y políticas, sobre divagaciones espirituales poco personales, descripciones de los elementos de tortura, de sus escritos, de sus males físicos... He acabado el libro y me ha dado la impresión de que a Vargas Llosa cada vez le gustaba menos Casament y que cada vez quería contar menos de él. Muy raro.

Cuarta razón. Cuando alguien hace memoria sobre su pasado lo normal es que los hechos no aparezcan lineales, sino que un recuerdo le lleva a otro y luego tiene que volver a retomar el hilo y seguir todo eso puede ser un poco caótico. Por eso, cuando te encuentras una novela o una película que habla sobre hechos pasados y recordados por alguien, el autor tiene la consideración de hacerlos ficticiamente lineales, evitando retuertos y facilitando su comprensión. Como he comentado, Vargas Llosa divide la novela en tres capítulos, pero, de cuando en cuando, esa linealidad se la pasa por debajo del Arco de Triunfo. Así que no es raro que te hable del Putumayo en el capítulo del Congo o de Alemania (¿Alemania? Sí, sí, Alemania) en el capítulo de La Amazonía porque de pronto los indígenas amazónicos le recuerdan a los irlandeses o viceversa (¿ein?) y para saber qué tiene eso que ver, mejor os leéis el libro. Saca un tema, habla un poquito de él (apenas una página o dos) y tú, inocentemente piensas, bueno, cuando llegue a su capítulo lo desarrollará. No, pero gracias por concursar. 

Quinta razón. Una de las razones por las que me gusta leer a autores latinoamericanos es, además de que tienen otra forma de escribir y de ver el mundo real y el onírico, porque me encantan los giros, los modismos, los términos que utilizan, que, en mi opinión, enriquecen al español castizo y un poco limitado que hay en España. Sé que Mario Vargas Llosa es peruano, porque es un autor mundialmente conocido y porque lo pone en la lengüeta de la portada. Pero parece que ha llegado a la conclusión de que le compran más libros en España que en Perú o que en otros países de Latinoamerica y ha decidido que se va a olvidar del español que se habla en Perú, porque eso aquí en España no se entiende. ¡Qué pena! El único desliz que ha tenido es al final del libro (quizás porque ya tenía ganas de acabar y no se fijó tanto) donde afirma que Casement estaba consciente de la gravedad del asunto. Éste es un término que en mis estancias en Chile y Ecuador me llamaba mucho la atención, porque para cualquier español "estar consciente" significa que está despierto, que no se ha desmayado y "ser consciente" significa que sabe algo o tiene conciencia de ello [Diccionario Panhispánico de dudas].  Esto, que en otra época me sacaba un poco de quicio, ahora me ha hecho sonreír con ternura y mucha nostalgia.

¿Tiene algo bueno el libro? Pues sí, claro, no todo son disparos a matar. Lo primero es que he descubierto a Roger Casement, que tenía unas ideas muy adelantadas para su época y que además se molestó en dejarlas por escrito (pese a que sé que será una lectura dura y desgarradora, ansío hacerme con el Libro Azul sobre el Putumayo). Porque me hizo viajar a África y a la Amazonía (aunque fuera de forma desagradable). Porque me ha contado más cosas sobre los esfuerzos por conseguir la independencia de Irlanda (más allá de Michael Collins, al cual, sorprendentemente no menciona, aunque formó parte del Alzamiento de Pascua de 1916). Y porque Vargas Llosa escribe bien, muy bien, eso no voy a negarlo. Y cuando cogía ritmo y se dejaba de tanta política y de repeticiones tediosas, la verdad es que daba gusto leerlo.

No te lo tomes a mal, Cabrilla, y esta crítica no significa que no quiera que me dejes más libros. Al contrario. Te agradezco, muchísimo, que me hayas puesto en bandeja la oportunidad de tener una segunda opinión de este autor y espero con impaciencia el próximo libro que desees dejarme. 

11 abril 2012

Una de series - Para guardar (II)

Vuelvo con más series que me quitaron horas de sueño, horas de relaciones sociales, horas de lectura, horas de aire libre, pero también series que me dieron que pensar, que me entretuvieron, que me hicieron viajar en el espacio y a veces en el tiempo. En fin, inconvenientes y ventajas de ver la serie cuando ya ha corrido más de una temporada. Ya lo venía avisando pero ahora lo suelto de golpe. Son todas de HBO. No he podido evitarlo. Son de mi estilo. Me gustan. Me encantan.

Boardwalk Empire

Volvemos a Estados Unidos, pero esta vez a Atlantic City en los años 20, durante la "ley seca". La historia gira en torno a Enoch "Nucky" Thompson (el archiasesinado Steve Buscemi o Mr. Pink de Reservoir Dogs) un rico gánster que controla el juego, el alcohol y la prostitución de la ciudad, metido en política y con tantos enemigos como aliados. Por ahí aparece un bastante perdido lisiado de la I Guerra Mundial que busca su sitio, un fanático religioso agente del FBI que le da una vuelta de tuerca al dicho "A Dios rogando y con el mazo dando", una mujer abusada y desvalida (o eso parece), un montón de políticos a varios niveles, muchos gánsteres de ciudades aledañas que quieren aumentar su territorio, el tema del racismo, Ku Klux Klan incluido, el tema de la inmigración, la exaltación del nacionalismo irlandés... En fin, un popurrí de cuestiones que hacen que cada capítulo sea un incesante ir y venir de violencia, sexo, corrupción, sentimientos, desigualdades...

 
Como en series anteriores la ambientación es excelente, Steve Buscemi está sembrado (y no muere a la primera de cambio, lo cual es todo un hecho destacable), cuenta con el apoyo de un grande como es Martin Scorsese, que no solo produce sino que dirige magistralmente el episodio piloto (ese que hace que te enganches a la serie o que decidas desecharla como un kleenex). Obviamente con Scorsese detrás de las cámaras, tras las primeras tomas te enganchas. El guión está muy bien documentado, con un montón de personajes y situaciones reales (los gánsteres Al Capone, Lucky Luciano y Arnold Rothstein, el presidente de Estados Unidos Warren G. Harding e incluso Nucky Thompson -aunque el personaje real se llamaba Nucky Johnson-). Una de las pocas cosas que no me han convencido es la actuación de Michael Pitt como Jimmy Darmody. El tipo tiene carencia de expresividad y si a eso le unimos el hecho de que parezca que se va a dormir en cualquier momento y que le hayan puesto un corte de pelo que le impide mover la cabeza pues ya ni os cuento.

The Wire

The Wire puede parecer, a primera vista, una serie policiaca más, pero sólo con ver el primer capítulo ya te das cuenta de que no, de que tiene algo distinto que te hace querer conocer más y mejor la historia. Baltimore, a principios de la década pasada, un grupo de policías, cada uno de su padre y de su madre, extraídos de departamentos varios, algunos inframotivados y otros extra, investigan, a través de grabaciones telefónicas, los movimientos de una banda de narcotraficantes con el fin de desintegrarla. Son cinco temporadas y aunque, básicamente, este es el tema alrededor del cual gira la serie, cada temporada se centra en un aspecto diferente. Así, por ejemplo, la segunda se centra en el contrabando y corrupción sindical portuaria, la tercera en los políticos y la lucha a muerte por conseguir apoyo social, la cuarta en los problemas de la educación pública en barrios desfavorecidos y la quinta en los medios de comunicación.



Aspectos a destacar son, por ejemplo, que la serie es tan fiel a los bajos fondos baltimorianos que muchos de los personajes existen en la realidad y se interpretan a sí mismos, como por ejemplo Felicia "Snoop" Pearson, a la que por su voz grave y su estilo masculino cuesta identificarla como chica. En la primera y la segunda temporada el protagonista indiscutible es el Detective Jimmy McNulty (el niño grande con sonrisa de pícaro Dominic West o el General Titus Flavius de Centurión), pero luego pierde fuelle y su lugar lo ocupan, en mi opinión, personajes mucho más interesantes. Por distintos motivos quiero reseñar tres. Omar Little (el tenebroso y marcado Michael Kenneth Williams o Chalky White en Boardwalk Empire), un defensor de los débiles, con un estilo de vida muy peculiar para el medioambiente en el que vive y que se arranca, cada dos por tres, unos discursos dignos de enmarcar. Reginald "Bubbles" Cousins (el excelentemente caracterizado Andre Royo o habitual en todas las series de policías habidas y por haber) que en un comienzo es un tipo que pasa por ahí con cara de simpático y termina protagonizando capítulos enteros por mérito propio. Y, por último, Russel "Stringer" Bell (el guapisisimo y elegantísimo Idris Elba o el protagonista de Luther, serie que no he visto pero que veré, por muy mala que sea, sólo por disfrutar un poco más de él). Por último comentar que intenté ver la serie en versión original sin subtítulos, pero fui incapaz de entender nada de la jerga de los narcotraficantes (de hecho me costó mucho incluso con subtítulos, pero aún así no claudico).

Homeland

La tercera y última serie por hoy se estrenó hace apenas 6 meses en Estados Unidos y anteayer en España. Se trata de la historia de un marine estadounidense, Nicholas Brody (el interesantísimo Damien Lewis o el policía exconvicto frutívoro Charlie Crews de Life)  que fue hecho prisionero por Al-Qaeda en 2003 en Irak y que es rescatado ocho años después y tratado, por todo el mundo, como un héroe. Por todo el mundo menos por el agente de la CIA Carrie Mathison (la convincente aunque un poco aniñada Claire Danes o la tímida Angela Chase de Es mi vida) que, debido a un soplo que le da un activo, cree que Brody ha sido convertido y que ha sido liberado para llevar a cabo un acto de terrorismo en suelo estadounidense.



¿Otra serie sobre paranoicas amenazas terroristas, qué buenos son los estadounidenses y qué malos los demás comenzando por todos los árabes del mundo? Nooo, nada más lejos de la realidad. A través de los recuerdos y de la vida postcaptura de Brody podemos ver no sólo las torturas a las que es sometido (para estómagos resistentes) sino también la dificultad de adaptación, tanto de los soldados como de sus familias, en su vuelta a casa, las cagadas que se monta el ejército estadounidense, la cobardía de sus dirigentes a la hora de admitir que se han equivocado, la búsqueda de una vida apacible por parte del pueblo iraquí y su determinación, la paranoia que envuelve el día a día de los estadounidenses (con razón porque con eso de meterse donde no le llaman, y con todo el mundo, no están cosechando muy buena fama, que digamos), las vulneraciones de los derechos fundamentales en pos de la "seguridad nacional"... Vamos, que tiene un tufillo a crítica de la política de defensa que te impregna toda la pituitaria. Todo eso sazonado con una actuación excelente de la mayor parte de los actores y con una trama que da más vueltas que una espiral y que me tiene esperando la segunda temporada como agua de mayo (o de octubre que es cuando se estrena) para ver por dónde sale el sol.

Continuará...

10 abril 2012

Una de series - Para guardar (I)

Tras una Semana Santa pasada por agua, pero con bastantes planes realizados, vuelvo a Pamplona, al tiempo loco, al trabajo, al día a día... Hoy me apetece hablar de series de televisión. Porque, aunque con los años he dejado de ver la tele, siempre he sido una persona muy audiovisual y, sobre todo, porque encuentro más calidad y más originalidad en las series que en la mayor parte de las películas actuales. 

En el post de hoy quiero centrarme en las series que me engancharon de tal manera que no he podido evitar adquirirlas para poder verlas en un futuro, y en versión original, lo que no es nada fácil conseguir en este país si no tienes cable. Como son unas cuantas y quiero demorarme un poco en cada una el post tendrá su segunda y probablemente tercera parte. 

Rome

La historia gira en torno a dos centuriones romanos, Lucius Vorenus (el poco expresivo pero lleno de testosterona Kevin McKidd o Dr. Owen Hunt de Anatomía de Grey) y Titus Pullo (Ray Stevenson o Portos de la última versión de Los 3 Mosqueteros), en la época del paso de República a Imperio Romano. A su alrededor aparecen un montón de nombres ilustres (Julio César, Marco Antonio, Cleopatra, Cicerón, Bruto...) en un retrato de la vida de los ricos y poderosos y de sus complots, ambiciones, miserias, etc y una ojeada a la de los pobres. 



La serie, del canal estadounidense HBO, está bien ambientada (localizaciones, vestuario, atrezzo...), el ritmo es bueno, la historia un poco folletinesca (aunque probablemente es un reflejo de lo que realmente pasó) pero está bien documentada (lo que se agradece), la fotografía y la banda sonora son acertadas y los actores están bien escogidos (Atia de Juli lo borda). Una historia con acción, drama, amor, sexo, traiciones... que atrapa y entretiene a la vez que aprendes un montón de cosas de ese período histórico. 

Life on Mars

Pero la británica. La original, ¿eh? Que no digo yo que la versión estadounidense esté mal, porque no la he visto, pero ese conato de yo que sé qué, que hicieron en España bajo el nombre de "La chica de ayer", puff, para olvidar. La trama comienza en Manchester, en 2006, cuando el inspector de policía Sam Tyler (el comedido John Simm o el protagonista de varias series inglesas que no llegan a España) sufre un accidente de coche. Cuando despierta, descubre que ha sufrido un salto temporal y que se encuentra en 1973. Entre que no se cree ni entiende lo que le está pasando y que los métodos policiales han cambiado un mundo en las últimas cuatro décadas, Tyler se encuentra en algunas situaciones bastante peculiares y divertidas. 


La serie, producida por BBC1, hay que verla en versión original, porque parte de las gracia está en el tono y el acento de sus protagonistas (tengo que reconocer que necesité subtítulos para poder entenderla, porque la jerga mancuniana como que no la domino). Buena ambientación, buenísima interpretación (sobre todo Philip Glenister, que hace del teniente Gene Hunt y que es todo un descubrimiento para mí, a pesar de ya no es un pipiolo), la banda sonora setentera para chuparse los dedos (con la canción que da nombre a la serie, Life on Mars de David Bowie como bandera) y una historia muy trabajada que te mantiene en vilo las dos temporadas. 

Deadwood

Otra de HBO (cadena que me tiene conquistada con sus series) y de época (en este caso mediados del S. XIX en el Medio Oeste Estadounidense, concretamente a la altura de Dakota del Sur). Es un western con un enfoque un poco más social, político y antropológico que los filmes de John Huston o Howard Hawks y donde las mujeres a veces hasta tienen algo que decir. En él se narra la historia de la creación de Deadwood, localidad que se encuentra actualmente en Dakota del Sur, pero que en ese momento se encontraba en tierra de nadie y en proceso de anexión a la propia Dakota, a Montana o a Wyoming. Como casi todas las localidades de esa época, nació como campamento de los buscadores de oro y atrajo después a colonos, visionarios, empresarios y una serie de personajes de dudosa moral y peor comportamiento.



La serie gira en torno a varios personajes, pero los que cortan el bacalao son dos: Seth Bullock (el, en esta serie, atractivísimo Timothy Olyphant o Wes Krulik en Damages) y Al Swearengen (el británico Ian McShane o Waleran Bigod en Los pilares de la tierra, que echa por tierra (valga la redundancia) el estereotipo de la contención inglesa). El primero llega con complejo de justiciero y con dinero en el bolsillo para abrir un negocio y el segundo ya está asentado y controla todo el cotarro de todo lo ilícito que tanto dinero da -alcohol, drogas, prostitución-. Aunque parezca una pesada, la ambientación es excelente (para muestra decir que las mujeres no están depiladas), las actuaciones espectaculares (no digo más que me he hecho fan de las frases de Al Swearengen en facebook), mezcla un montón de personajes reales (Wyatt Earp, Calamity Jane, Wild Bill, y los propios Seth Bullock y Al Swarengen) con otros de ficción y el guión está escrito de forma magistral. Hay dos peros en esta serie. El primero es que no es apta para puritanos (de la boca de Swarengen salen más palabrotas que palabras y las mujeres en el burdel andan, sin pudor, con los pechos al aire). El segundo es que algún descerebrado decidió que la serie no tenía suficiente audiencia y decidieron terminarla tras la tercera temporada. ¿Se queda sin finalizar o acaba abruptamente? Digamos que se echa de menos un mejor cierre (de hecho parece que habían contemplado la posibilidad de darle un final más final en dos películas pero el proyecto no cuajó), pero ya sabemos, gran serie, gran presupuesto, expectativas muy altas, dificultad para alcanzarlas. Aún así, una de las mejores series que he visto. 

Continuará...